VAMPIROS URBANOS

La ciudad no susurra, grita. Es una amante que se transforma constantemente en distintos rituales. Vive la urgencia y la velocidad. De un instante, como el parpadeo del semáforo, nacen múltiples historias. Así, los escritores nos detenemos en una esquina cualquiera. Observamos el vaivén de personas anónimas, peregrinos de avenidas y rutinas, vagabundos con y sin trabajo reconocido por la sociedad. Nuestra letra absorbe ese sabroso mejunje de locuras donde nadie conoce a nadie y, aun así, siempre detona un poema, un cuento, una novela. Una vez entras a nuestros sueños apalabrados, no podrás prescindir de nuestras páginas: cemento, alquitrán, árboles valientes, gente enrutinada, desrutinada, ruido y silencios. Somos hijos del día y la noche, apalabramos la crueldad que nubla el corazón humano. Nos urge leer, deambular, convivir y desvivir. La sangre de tantos desconocidos, fuertes e inmensos nos preña de olores. En su plasma soñamos, creamos, nos enamoramos. Desde la ciudad, sus apartamentos, tapones, llamadas telefónicas y calor, el amor puede ser tan intenso, como en una casita de madera entre flamboyanes, vacas y palos de mangó. Siempre tomamos tiempo para amar, beber sus glóbulos y crear mundos vivos, iluminados por la palabra y todas las sensaciones, adjetivos, sustantivos… Luego, regresamos a nuestro sarcófago y escribimos entre las sábanas de una madrugada cualquiera y la complicidad de nuestra computadora solidaria. Los escritores somos vampiros. Cuídate de que en cualquier momento te chupemos una historia o que al leer este libro termines convertido en otro muerto viviente de nuestras palabras.

 

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